lunes, 25 de febrero de 2019

el futuro


     Del latín futūrus, el futuro es aquello que está por venir (por eso, porvenir es sinónimo de futuro). En una hipotética línea del tiempo, el pasado se encuentra detrás del presente (es lo que ya sucedió), mientras que el futuro aparece adelante (todavía no ha sucedido).

      El futuro, por lo tanto, es una conjetura que puede ser calculada, especulada, teorizada o anticipada de acuerdo a los datos que se tienen un momento concreto. Por ejemplo: las condiciones meteorológicas (presencia de nubes, viento, condiciones de humedad) permiten pronosticar que, en las próximas horas, se producirán precipitaciones. Es decir, puede anticiparse que en el futuro cercano lloverá. Sin embargo, el futuro nunca puede ser pronosticado con exactitud. Humanamente, nadie.


PUNTOS DE VISTA SOBRE EL APOCALIPSIS



Entre los que creen en la Biblia hay una considerable variedad en cuanto a la interpretación de la secuencia de los acontecimientos durante los últimos tiempos. En parte, esta variedad procede de la interpretación del Apocalipsis como un todo; en parte, de la interpretación del capítulo20 del libro, y en parte de si la hermenéutica utilizada tiende a interpretarla Biblia de manera más literal o más simbólica.
El concepto historicista sobre el Apocalipsis trata de relacionar los sucesos que aparecen en el libro con la historia de la Iglesia desde el primer siglo hasta el presente, centrando la atención en cosas como el surgimiento del papado y las invasiones de los musulmanes. Esto evita la idea de una gran tribulación al final de esta era. Una debilidad de este punto de vista es la tendencia a reajustar en cada generación toda la interpretación para tratar de hacer que sea aceptada en sus propios días.
El concepto preterista sobre el libro lo trata de relacionar todo, con la excepción del fin mismo, a los sucesos del primer siglo, y con Roma y los primeros emperadores como los únicos personajes principales. Sin embargo, las identificaciones resultan muy subjetivas y precarias y, decididamente, los sucesos del libro están relacionados con los últimos tiempos y con el regreso de Cristo en gloria.
El concepto idealista no hace identificación alguna con nada histórico. Toma los símbolos y figuras del libro como simples representantes de la continua lucha entre el bien y el mal. Sin embargo, aunque es cierto que el libro tiene muchas figuras simbólicas, todas ellas representan realidades. Al anticristo se le llama “bestia”, pero será una persona real, y cumplirá lo que se afirma llanamente en otras profecías (como 2 Tesalonicenses 2:3–12). Jesús debe venir personalmente para causar el triunfo final.
El concepto futurista del libro espera que todo, casi todo lo que está después del capítulo 4 se cumpla en un breve período al final de la Era de la Iglesia; un período de gran tribulación, ira y juicio que culminará con el regreso de Cristo en gloria para destruir los ejércitos del anticristo y establecer su reinado milenial. La mayoría de los pre-milenaristas, tanto dispensacionalistas como no dispensacionalistas, identifican la Tribulación con la septuagésima semana (período de siete años) de Daniel 9:27. Después que “se quite la vida” al Mesías, “el Ungido” (Daniel 9:26), “el pueblo de un príncipe que ha de venir” destruirá la ciudad de Jerusalén y el templo. Esto se cumplió en el año 70 d.C., y el pueblo fue el imperio romano. Después habla de un gobernante que vendrá y hará un pacto con Israel, que él mismo quebrantará al cabo de tres años y medio, declarándose Dios y prohibiendo que se adore al Señor (véase 2 Tesalonicenses 2:4).
Hay quienes suponen que la septuagésima semana transcurrió inmediatamente después de la muerte de Jesús. Sin embargo, en aquellos tiempos los romanos no hicieron pacto alguno con Israel. Tampoco lo hizo Tito en el año 70. Tampoco se cumplieron todas las señales que dio Jesús en la destrucción de aquel año. El Antiguo Testamento salta con frecuencia por encima de toda la Era de la Iglesia en las profecías. (Véase Zacarías 9:9–10, donde el versículo 9 se refiere a la primera venida de Cristo, pero el final del versículo 10 salta hasta su segunda venida, sin mostrar el tiempo transcurrido entre ambas). Por tanto, no es contrario a una sana exégesis el ver la septuagésima semana de Daniel como situada en el futuro.
En Apocalipsis 20:1–7 se menciona repetidamente un período de mil años, el milenio. Los amilenaristas enseñan que no habrá un milenio; al menos, en la tierra. Algunos toman un punto de vista idealista y dicen que no habrá un milenio literal en absoluto. Otros consideran que los mil años transcurren en el cielo durante la Era de la Iglesia. La mayoría toman el número mil como un número ideal que representa un período indefinido. Esperan que la Era de la Iglesia termine con una resurrección general y un juicio general, tanto para los justos como para los malvados al mismo tiempo, seguido de inmediato por el reino eterno de los nuevos cielos y la nueva tierra. Con respecto al Apocalipsis en su totalidad, muchos son preteristas. Puesto que en su sistema no tienen lugar para una restauración literal de Israel, o para el reinado de Cristo en la tierra, toman las profecías del Antiguo Testamento que se refieren a Israel, las espiritualizan y se las aplican a la Iglesia. No obstante, es muy claro, por ejemplo, en Ezequiel 36, que Dios restaurará a Israel por causa de su santo nombre, a pesar de lo que ellos hayan hecho.
Los postmilenaristas tratan los mil años del milenio como una extensión de la Era de la Iglesia en la cual, por el poder del evangelio, el mundo entero será ganado para Cristo. Como los amilenaristas, muchos postmilenaristas son preteristas, y enseñan todos que habrá un juicio general, tanto para justos como para malvados, seguido por el reino eterno de los cielos nuevos y la tierra nueva. También espiritualizan las profecías del Antiguo Testamento, y no tienen lugar en su sistema para una restauración de la nación de Israel, o un reinado literal de Cristo sobre la tierra. Aunque algunos aceptarán que habrá un resurgimiento del mal inmediatamente antes de que Cristo regrese de una manera “cataclísmica”, la mayoría buscan una gran extensión del evangelio que acercará el regreso de Cristo. Sin embargo, no tienen en consideración el hecho de que los profetas del Antiguo Testamento (y el mismo Jesús) insisten en que el reino deberá ser traído por medio del juicio (Sofonías 3:8–9; Mateo 24:29–30). Por ejemplo, la estatua de Daniel 2 representa el sistema mundial actual. La roca que representa al reino de Cristo no penetra en la estatua para transformarla. La golpea en los pies (que representan el sistema mundial al final de esta era) y la hace polvo con un solo golpe. Sólo entonces establece Dios ese reino suyo, de tal manera que llene toda la tierra (Daniel 2:44).

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