lunes, 25 de febrero de 2019

sermones

¿Quiénes son los que van a llevar a cabo la misión de “ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura”?














     Don Pompilio y su hijo tenían en sociedad una finca con terrenos especiales para el trigo. Trabajaron arduamente en la preparación de la tierra. Llevaron a cabo la siembra con entusiasmo pensando en una amplia cosecha. Pero tanto se esforzó el hijo que se enfermó y murió. Siguió trabajando Don Pompilio, apesadumbrad. No quería perder lo que se había invertido. Al fin llegó el momento en que el trigal se veía hermoso. Había espigado y se veía blanco. Contrató el anciano a algunos trabajadores para que empezaran la cosecha. Salió al campo con ellos para ayudar. En una pausa, se enderezó. Pronto estaría asegurado lo que le había costado lo indecible.


     pero, ¿qué era lo que veían sus ojos? ¿Sería posible que tantas nubes se acumularan en tan pocos minutos? 

     Corrientes frías y fuertes azotaban sus mejillas. ¿Pisotearía una granizada sus esperanzas e ilusiones? ¿Que haría? Corrió a donde un grupo de personas estaban sentadas al lado de una cerca. ¿Podrían ayudar, por favor? Alegaron que no tenían experiencia como los que trabajaban en el trigal. Pero el anciano insistió. Que hicieran lo que pudieran. No había tiempo que perder.

     Esta parábola se puede comparar con la cosecha de almas antes del gobierno del anticristo. Debemos preocuparnos porque se salve la cosecha que ha costado tanto a nuestro Dios y a su Hijo. Hay señales de un cataclismo. Se puede perder la inversión. No es hora de pensar ni de esperar—hay que poner manos a la obra. Con miedo o sin miedo. Todos—pastores, laicos, ancianos, jóvenes. Tenemos que redoblar nuestros esfuerzos por la evangelización del mundo. Al contemplar las multitudes que todavía no comprenden el plan de Dios para sus vidas, y otras cantidades que necesitan más enseñanzas sobre la Palabra Viva para poder crecer en las cosas espirituales, nos damos cuenta de que hemos llegado al momento en que hay que trabajar desesperadamente.

     La expansión fenomenal del evangelio durante el primer siglo no se puede atribuir a un solo hombre. Inmensas cantidades de creyentes aportaron lo que podían. Veamos el caso del capítulo ocho de Hechos. En el primer versículo dice que “todos fueron esparcidos … salvo los apóstoles.” Luego en el versículo cuatro vemos que “los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio”. Sigue la narración hablando de un diácono que predicaba en la ciudad de Samaría. En la versión Dios Llega al Hombre se emplea la palabra “predicaban” en vez del vocablo “anunciando” que se usa en la versión Reina Valera. El plan divino y normal es que todos seamos predicadores para que el evangelio sea esparcido por todas partes.
 












 

EL AGUIJÓN DE LA CONSCIENCIA

Juan 8: 3-9.
La consciencia es el sentimiento interior por el cual una persona reconoce sus propias
acciones (diccionario español). La Biblia presenta tres estados principales de esta: el de corrupción (Salmo 10: 4; Juan 3: 19), el de alucinación (Job 27: 5; 1 Corintios 8: 7-12) y el normal (Hechos 24: 16; Hebreos 13: 18).
En este espacio, he querido presentar una investigación acerca del proceso que siguen los potenciales psíquicos, los cuales activan el aguijón de la conciencia:
1. Estos son activados por cuestiones razonables (psicología).
Puede usarse una alegoría, como en la forma que uso el profeta Natán para confrontar a David con su pecado (2 Samuel 12: 1). Éste fue un trato psicológico llamado "catarsis".
Puede ser una ilustración, como sucede con Jonás y su calabacera (Jonás 4), o como el relato de Jesús escribiendo en tierra (Juan 8). A este trato psicológico, se le conoce como "psicoterapia".
2. Se expresa de diferentes maneras.
A veces se expresa en un estado de ironía; como en el caso de Caín cuando Dios le pregunta por su hermano Abel (Génesis 4:9).
Otras veces se manifiesta por medio de alguna depresión; tal es el caso de Jonás, al ver la misericordia inmensurable de Jehová en beneficio de los ninivitas y posteriormente, al ver su calabacera en ruina (Jonás 4: 8).
Otras veces provoca un estímulo de vergüenza; así sucedió a David, cuando Dios reveló su pecado por medio del profeta Natán (2 Samuel 12: 13).
Otras veces se expresa en una actitud de confusión, esto lo podemos ver en la actitud de Amán durante la acusación de la reina Ester, en presencia del rey (Ester 7: 6).
Además, otras veces también se manifiesta en un sentir de arrepentimiento (Hechos 2: 37).
3. También, producen malos o buenos resultados.
Entre los malos resultados que produce el aguijón de la consciencia por medio de los potenciales psíquicos, tenemos arrogancia, cobardía y confusión.
Entre los buenos resultados está el amor, la comprensión, la abnegación y la limpia conciencia (Salmo 103: 1-5).
Por medio de lo anterior podemos pensar que el individuo puede tener buena consciencia a través de una comunicación íntima con Dios, o puede tener una mala conciencia, por el hecho de vivir lejos de Dios.
Como hijos de Dios, procuremos vivir cada día sintiendo el efecto de una buena conciencia.

CUANDO NUESTRA BARCA NAUFRAGA

Mateo 14: 22-24.
Los naufragios en alta mar son fatales. Tal vez muy pocos tengamos una idea o experiencia sobre esto; pero aunque así no fuera, podríamos imaginarnos lo difícil que será quedarse flotando sobre las aguas inquietas y profundas a gran distancia de la tierra firme.
En la vida espiritual a menudo es así. Los grandes vendavales con frecuencia amenazan nuestra Barca; vientos de temores, de confusión y de desánimo, los cuales tenemos que enfrentar con astucia y valor, creyendo en la presencia y el poder de nuestro gran supremo rey, quien sigue diciendo a sus amados a través de todos los tiempos, "no temáis".
Tres cosas debemos hacer cuando nuestra Barca naufraga:
1. Debemos estarnos quietos.
Nuestra quietud nos hará mantener el equilibrio que necesitamos para no hundirnos fácilmente, ante las fuerzas amenazantes del mal.
Nuestra quietud nos hará conducir confiadamente nuestro barco, en medio de la infame y traidora tempestad. Tal vez en un momento nos sintamos impotentes al mirar el vendaval enfurecido; pero en ese momento de turbión, recordemos que alguien duerme a nuestro lado y a quien debemos despertar.
2. Debemos sentirnos seguros. Dos cosas hacen los navegantes en una tempestad:
Bajar la vela. Para nosotros, esto significa quedarnos en la deriva de la misericordia divina. Hay más posibilidades de triunfar cuando nos atrevemos a depender de Dios, que cuando echamos a andar nuestra fuerza.
Tirar las anclas. Espiritualmente, esto significa estar firmes; aún cuando las olas y los vientos, hostilmente nos provoquen.
3. Debemos animarnos mutuamente.
John Harper, fue el héroe predicador en el naufragio del Titanic en 1912. Aún que sin bote y sin salvavidas, animaba a las personas a aceptar a Jesucristo, mientras flotaba sobre las aguas congeladas y profundas del Atlántico.
Tal vez podamos recordar la lección de San Pablo en el naufragio de hechos 22, de cómo el animaba a la gente, a estar confiados y tranquilos en medio de aquella asombrosa e implacable tempestad. La pregunta de ahora es: ¿podrá usted animar a otros estando en la misma condición?...
El hundimiento del Titánic provocó la pérdida de 1522 vidas. Esto fue, debido a la falta de botes salvavidas; pero sobre todo, al congelamiento de las aguas por causa de un enorme iceberg. Ahora dentro de la Iglesia, hay vidas que se están congelando debido al iceberg de la arrogancia, de la perversión por la prosperidad; pero aún en medio de este caos, una voz resuena a cada oído, que dice: "no temas porque yo estoy contigo".
Tal vez un día de estos su Barca comience a naufragar; si así fuera, recuerde quién está a su lado.

EL PRECIO DE LA PREPARACIÓN CRISTIANA

Romanos 9: 21.
La escuela de la vida nos exige un perfil excelente como requisito de admisión o ingreso. En la vida cristiana, parece que también es así; pero obtener un nivel de preparación para ser eficientes en las exigencias de la vida cristiana implica sacrificio, madurez y convicción. Cuando Dios quiso explicar esto a su siervo Jeremías, lo llevó a La casa del alfarero, para que viera cómo el barro podía tomar una o varias formas, las cuales serían siempre de buena utilidad.
El precio de la preparación, lo encontramos con clara transparencia en la vida del patriarca José, que se halla en los últimos 14 capítulos del Génesis. De acuerdo con esta experiencia puedo decir que el precio de la preparación cristiana, tiene que ver con los siguientes literales:
1 -Reprobación familiar. La reprobación familiar se da cuando uno o varios miembros de la familia, ya no piensan igual que los demás. Dicha causa provoca indiferencia y rivalidad entre un mismo núcleo familiar, y por ende, las familias se desintegran. José era diferente a sus hermanos y en consecuencia, no podían tener ideas comunes, ni aun porque habían recibido la misma educación. Sucede así también ahora; hijos que salen de una misma familia, diferentes entre ellos y a causa de esto, vienen a ser reprobados; ya sean los unos o los otros.
2 -Escasez e indigencia. La escasez empieza cuando caemos en el pozo de la desesperación, y continúa, cundo somos entregados a espíritus extraños, para ser llevados por sendas desconocidas, de tristeza y confusión.
3 -Reprobación social. En José encontramos que el precio de la preparación cristiana, incluye también la reprobación social. Él fue reprobado por la mujer de Potifar y más tarde por las autoridades del Estado, quienes le pusieron en la cárcel.
El cristiano también es reprobado por los enemigos de Dios, quienes desean vernos fracasar. Nosotros también debemos saber; que el mundo le llama fracaso, a lo que para el cristiano es bendición. Por lo tanto, suframos con paciencia mientras pagamos el precio de nuestra preparación; y cuando aparezca el dueño de la iglesia, recibiremos la corona de la vida.
Tal vez lo anterior no sea del todo alentador; en verdad, no es lo que nosotros quisiéramos oír, pero recuerde: nuestra confianza descansa en que “Dios es nuestro amparo y fortaleza”, pero para adquirir nuestra preparación como cristianos, tenemos que pasar por el desierto de la prueba. En tal proceso, tal vez seamos lastimados, heridos o destrozados; pero en esos momentos de cruenta agonía, el supremo alfarero dará forma a nuestro existir.

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