martes, 26 de febrero de 2019

el mundo espiritual

   La biblia, el santo libro inspirado de Dios, empieza su escritura en Génesis 1: 1 con estas palabras: “En el principio creo Dios los cielos y la tierra”. En esta parte de las Escrituras el estudiante en teología ha de encontrar las dos grandes obras creadoras de Dios:
     1 –La creación de los cielos; es decir, el mundo espiritual.
     2 –La creación de la tierra; es decir, el mundo material.
     El mundo espiritual que nos rodea es mucho más poblado, poderoso y con mejor recurso que el  nuestro. Los espíritus buenos y malos andan entre nosotros. Con la velocidad de la luz y sin hacer el menor ruido pasan de un lugar a otro. Ellos habitan el espacio que nos circunda.
     No debemos creer que por estar rodeados de dicho mundo, vamos a ser perjudicados o influenciados por sus criaturas; es erróneo pensar que podemos comunicarnos con ellos de alguna manera, pues no existe tal forma. A diferencia de nosotros los mortales, una criatura espiritual puede flotar en el vacío; atravesar paredes, montañas o puertas cerradas y viajar con la velocidad de la luz; es decir, 312000 k/s. Si tal comunicación fuese posible, imaginémonos cuanto perjudicaría a la privacidad y seguridad de las personas. Por esto Dios en su sabia providencia, puso un límite infranqueable entre ambos mundos creados.
     Gracias a los escritores sagrados podemos disponer de una información de tal naturaleza, que de otra manera nada sabríamos al respecto. Al hablar de esto, no podemos dejar de mencionar la experiencia de la muerte, pues es el medio que nos permite abandonar el cuerpo mortal, y vestirnos de inmortalidad; ya sea para vivir eternamente a lado de nuestro salvador (Mateo 25: 34), o para vivir eternamente en tormento (Mateo 25: 41). Ambas son verdades indiscutibles, reveladas en las Sagradas Escrituras.
     La Biblia explica que hay dos lugares diferentes para los espíritus que han entrado a este mundo después de la creación; no así, los ángeles buenos que están al servicio de Dios moviéndose libremente en toda su creación, y los ángeles caídos (demonios), que vagan en las regiones celestes.

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