1 –La creación de los cielos; es decir, el
mundo espiritual.
2 –La creación de la tierra; es decir, el
mundo material.
El mundo espiritual que nos rodea es mucho
más poblado, poderoso y con mejor recurso que el nuestro. Los espíritus buenos y malos andan
entre nosotros. Con la velocidad de la luz y sin hacer el menor ruido pasan de
un lugar a otro. Ellos habitan el espacio que nos circunda.
No debemos creer que por estar rodeados de
dicho mundo, vamos a ser perjudicados o influenciados por sus criaturas; es erróneo
pensar que podemos comunicarnos con ellos de alguna manera, pues no existe tal
forma. A diferencia de nosotros los mortales, una criatura espiritual puede
flotar en el vacío; atravesar paredes, montañas o puertas cerradas y viajar con
la velocidad de la luz; es decir, 312000 k/s. Si tal comunicación fuese
posible, imaginémonos cuanto perjudicaría a la privacidad y seguridad de las
personas. Por esto Dios en su sabia providencia, puso un límite infranqueable
entre ambos mundos creados.
Gracias a los escritores sagrados podemos
disponer de una información de tal naturaleza, que de otra manera nada
sabríamos al respecto. Al hablar de esto, no podemos dejar de mencionar la
experiencia de la muerte, pues es el medio que nos permite abandonar el cuerpo
mortal, y vestirnos de inmortalidad; ya sea para vivir eternamente a lado de
nuestro salvador (Mateo 25: 34), o para vivir eternamente en tormento (Mateo
25: 41). Ambas son verdades indiscutibles, reveladas en las Sagradas
Escrituras.
La Biblia explica que hay dos lugares
diferentes para los espíritus que han entrado a este mundo después de la
creación; no así, los ángeles buenos que están al servicio de Dios moviéndose
libremente en toda su creación, y los ángeles caídos (demonios), que vagan en
las regiones celestes.
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